En México y Latinoamérica, el curanderismo ha sobrevivido a los tiempos postmodernos. Esta práctica ancestral, en su mayoría, es ejercida por personas de sabiduría, especialmente mujeres, que han recibido una instrucción temprana y mantienen un vínculo hereditario con estos conocimientos. Sin embargo, también hay quienes se han formado fuera de un linaje familiar o cultural, aprendiendo por caminos no tradicionales.
Hoy, los saberes ancestrales resurgen como una respuesta a la desesperanza en la medicina alópata, el colapso ecológico y la creciente precarización de las comunidades. A esto se suman los altos costos de los espacios dignos de salud y cuidado, que excluyen a quienes más los necesitan.
En los sistemas actuales, el bienestar del cuerpo y el espíritu se ha convertido en un privilegio, cuando debería ser un derecho humano, especialmente en las comunidades más vulneradas. La preservación de estas tradiciones no es solo un acto de resistencia cultural, sino también una acción política y colectiva de defensa ante un sistema que ha desamparado a quienes históricamente han sido marginades.
En un mundo globalizado y en constante transformación, estos saberes cruzan fronteras. Viajan con quienes migran, con comunidades desplazadas por la guerra, el hambre y la indiferencia del Estado. También llegan a universidades e instituciones en los maletines de investigadores y editores que los documentan, y hoy en día, circulan en redes sociales como TikTok, Facebook e Instagram, donde personas de todo el mundo intercambian conocimientos ancestrales de sanación para un presente colapsado.
La figura de la curandera, el curandero y la persona sanadora se hace presente de formas misteriosas y sencillas, en lo cotidiano y en lo extraordinario, de manera directa o sutil. Su presencia es un recordatorio de que la sanación sigue viva, transformándose y resistiendo al olvido.
Christian Ortíz.
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Curanderismo Tradicional 
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