Curanderismo

En los sistemas contemporáneos, el cuidado del cuerpo y del espíritu se ha convertido en un lujo, no en un derecho humano—especialmente en las zonas más precarizadas del mundo. En este contexto, la preservación de las antiguas tradiciones no es solo un acto de continuidad cultural, sino una acción política y colectiva de resistencia frente a un sistema que ha abandonado a los más vulnerables.

En tiempos de colapso, las fuerzas arquetípicas emergen con claridad. El inconsciente colectivo se agita y se manifiesta a través de expresiones artísticas, sociales y políticas. Las personas comienzan a explorar lo simbólico, lo místico, lo ancestral. Las redes sociales se llenan de imágenes, cantos, prácticas y símbolos que evocan lo sagrado, lo profundo y lo olvidado. El canto de las curanderas resuena nuevamente en el mundo, más allá de la burla, de las descalificaciones y de los cientificismos colonizadores.

En un mundo globalizado y en constante transformación, estos saberes ancestrales han sido desplazados, transmitidos y reapropiados en múltiples formas. Viajan con las personas migrantes, con las comunidades que huyen de la guerra, el hambre o el abandono del Estado. También circulan en aviones lujosos, archivados en maletines de académicos, escritores y editores que los estudian desde instituciones universitarias. Hoy, incluso los encontramos en plataformas digitales como TikTok, Facebook o Instagram. Personas de todo el mundo intercambian saberes de sanación ancestral, intentando responder a una realidad posmoderna en crisis.

La curandera se manifiesta de muchas maneras: de forma misteriosa y simple, cotidiana o ritualizada, directa o simbólica. No es solo una figura del pasado, sino una presencia viva que retorna para recordarnos que sanar también es resistir.